Quinta del lobo
Solo necesitaba gustar, hacerse desear, hacerse esperar. En una palabra: vulgar. Dejar al otro incompleto con su propuesta vacía. Ya no recordaba, repetía. Cada instante era un instante para pasar a otro, olvidarlo con el siguiente. Pero, a su paso, como miguitas, dejaba siempre un lazo dependiente mientras lo rechazaba con el abandono. En su libertad absurda, solo debía. Su propuesta era pobre, desafectiva, extractiva.
De la estructura a la patología y de ahí a la maldad.
Admitiendo ser peor persona, solo restaban los hechos para corroborarlo.