19 jun 2018

El Mapa de la Oscuridad VII

–Seguramente en el nivel de este color no esté. Voy a subir, a ver qué tal.

Cuando un rato de ascensión el peldaño para de repente. Decide ver donde está, porque hasta ahora no había visto más que la plataforma. Salta para acceder al nivel. Las esferas que adornan el interior de la escalera comienzan a parpadear y el suelo entero se ilumina. Valya mira a su alrededor asombrada por los infinitos cubos de cristal ordenados en estanterías. Mientras va caminando, solo algunos cubos se encienden de color azul. Un instante después ve por primera vez rollos, códices libros y una especie de pergaminos de cristal

–¿Qué me pasa? Cuanto más tiempo estoy aquí, mejor me encuentro; es como si notase todo lo que hay a mi alrededor, como si lo percibiese sin necesidad de mirarlo. Es extraño como mi piel siente lo que le rodea. Será este polvo arco iris que me está cambiando.

Valya para ante un enorme cubo algo más claro que los otros. Al acercarse, cada respiración es contestada con una erupción azul irisado del cubo. Valya apoya sus manos.

–Este se supone que tiene que ser el sitio de la expresión, el Visuddha.

Percibe una voz que parece provenir del gran cubo.

–Tu nombre es Valya y en ti fluctúa el campo de manera constante, vibra en resonancia.

–¿Quién? ¿Qué eres tú? ¿Por eso me encuentro tan bien?

–Estás en un reservorio de información. Si entras en sintonía con los ciclos que contienen la información, la energía que hay en ti se multiplica.

17 jun 2018

El Mapa de la Oscuridad VII

El peldaño -que más bien era una plataforma- tenía 11 metros de lado y una barandilla transparente. En medio de la escalera de caracol había como unas esferas translúcidas. De arriba caía una especie de nieve de color arco iris y una suave brisa ascendente acariciaba las mejillas y las manos de Valya.

Valya se agarra a la barandilla.

–¡Guau! 

En el momento de apoyarse en la barandilla mueve la mano hacía arriba, la barandilla se ilumina de azul  y el peldaño, como si fuese una escalera automática, asciende. Luego al hacer el movimiento esta vez hacia abajo, el peldaño desciende, apareciendo un color amarillo luminoso.

–Así que, así funciona. Todo este complejo está estructurado como los chakras del cuerpo. Rojo, naranja y amarillo para los niveles inferiores, el verde de donde he partido y me imagino que azul, índigo y violeta para los superiores.
Ahora, ¡a buscar el dichoso libro!

El Mapa de la Oscuridad VI

Valya atravesó el hueco que había quedado de la puerta para acceder a una inmensa sala, como un pozo, como una escalera de caracol que ascendía hasta muy arriba desde muy abajo. Era como un alminar, una torre circular en la que no se divisaba ni el suelo ni el techo. Perpleja, no entendía cómo esa construcción no sobresalía, no se veía en el altiplano en el que estaba. Si la torre tenía en ese interior forma de hélice, justo en medio la torre estaba atravesada por una escalera de caracol que hacía de eje del cilindro. 

–¡Madre mía! Seguro que esta torre tiene 111 metros de diámetro. Aquí todo debe estar bajo la proporción de los números maestros, de los números repetidos.

Se acerca a la escalera para poder acceder a ella. Desde la plataforma donde estaba a la escalera había un espacio al vacío que había que salvar.

–Bueno, no es mucha distancia.

Al saltar a la escalera, a este axis de la torre, el peldaño emite una luz verde y un leve sonido de 639 vibraciones por segundo.

–Ahora… ¿subir o bajar?

El muro terminó de absorber la puerta y ahora Valya estaba encerrada.

–Pues, ¡vaya! Ahora tendré que encontrar dos cosas: el dichoso libro y la salida.

16 jun 2018

El Mapa de la Oscuridad V

En la parte superior de la nueva puerta única aparecía  la inscripción Septimum et Quatour. A Valya le suena esta inscripción. De hecho recuerda que había leído algo parecido: primum et septimum de quatuor, pero aquí era diferente.

–Vamos a ver, Valya, esto está en latín y en eso que habías leído se presionaba sobre las letras –pensaba Valya– ¿pero cuáles?…

La puerta inició un proceso de fusión con el muro donde estaba colocada.

–Valya, si la puerta se transforma en muro, no podrás acceder al libro. Vamos, piensa.

Era curioso como el muro pasaba de opaco a transparente y otra vez a opaco. Primero hubo un primer movimiento de fusión y paró, pero ahora parecía imparable ese movimiento.

–Et es y… ¡la suma!

La puerta mutaba de manera silenciosa, pero había un olor que empezaba a ser insoportable.

–…lo que quizás significa que siete y cuatro son once.

El olor provenía de un gas de color gris, un derivado de la piedra en la que la puerta estaba siendo engullida.

–Pero como no hay manera de buscar un undecimus, entonces… No, no. No entiendo.

Una mota de este polvo gris cae sobre su piel notando un dolor como una punzada, como si fuese ácido.

–¡Ay!
Vamos, Valya, ¡rápido!

No únicamente el muro estaba acabando con la puerta, el sonido también era devorado y el silencio empezó a ser molesto. La temperatura ambiente descendía velozmente con cada suspiro gélido de Valya.

–Creo que ya sé. Será primum et primum pero pensado no en latín, sino en cifras posicionales indoarábigas. ¡Ya lo tengo!

Valya presionó sobre la S y la Q que correspondían a la primera letra de cada número; había quedado una puerta medio atrapada en el muro que se abría y el polvo gris había cambiado a un color arco iris flotando en libertad sobre un rayo de luz que venía del otro lado.

El Mapa de la Oscuridad IV

Las cuatro puertas comenzaron a moverse sin que la estructura de la construcción se alterase. En un movimiento centrípeto una de ellas fue como absorbiendo a las otras.

–¿Y este lugar? ¿Qué está pasando?

–Es la primera vez de todas las promociones que las puertas se fusionan.

–¿Y este santuario es una construcción inteligente?

–No, es una de las variantes evolutivas de la materia. Aquí lo inanimado está en el estado de iteración 4, la de la construcción.

–¿Iteraciones de la materia?

–Atenta a las puertas, a la puerta, Valya.

–En verdad eres un pesado. A ver, ¿qué hago ahora?

–Esta es la primera vez que sucede esto. Tendrás que averiguarlo por ti misma.

15 jun 2018

El Mapa de la Oscuridad III


La primera vez que Valya cogió un transporte para Tau Ceti-e no sabía por qué había sido elegida. La verdad es que no tenía demasiadas ganas de viajar 11,9 años luz sin saber para qué. La última vez que había utilizado un sistema latente no había despertado demasiado bien. Su 1,75 de altura no era el problema, ni su complexión atlética; era algo más tonto, Su grupo sanguíneo y una determinada  proteína culpable por su escasez de que coagulase mal; sí, provocaba un mayor desarrollo de materia gris en ciertas zonas cerebrales o menos problemas de páncreas, pero a cambio la sangre traspasaba con mayor facilidad los capilares sanguíneos y eso era un auténtico problema en caso de accidente o para permanecer largos periodos en el Sistema Latente. El SL tenía dificultades para mantener en óptimas condiciones al grupo sanguíneo O y despertar podía ser toda una aventura arriesgada. Viajar así era  obligado especialmente porque no se sabía como hacer viajar a una gran cantidad de personas a través de los agujeros de gusano. De todo lo que nos habían trasmitido en el primer contacto no habíamos sido capaces de desarrollar dicha tecnología en gran escala. Nuestros tecnólogos creían llegar a entender que desarrollando una fuerza nuclear superfuerte para contener más de 172 protones se podría crear un superelemento que con toda esa masa pudiera doblar el espacio y cambiar alguno de los ejes del tiempo. El hecho es que Valya viajó obligada por Orestes, muy a su pesar.

Seis meses antes Valya recibe un mensaje. Había terminado la formación en filosófica matemática filosófica a los 16 y el doctorado se lo ventiló en dos meses justo antes de cumplir los 17. Un doctorado escueto pero contundente basado en la antropía y las posibilidades evolutivas y que sorprendió a todo el tribunal. Ahora tenía 32, llevaba 15 años buscando un libro y estaba a punto de cambiar toda su vida. Había subido a 4.000 metros para entrar en una sala no muy grande llena de ánforas y arenas pintadas, dos tapices con dibujos de montañas y un suelo empedrado y frío. Al agacharse para entrar la puerta se abrió sola y su jersey se enganchó en un saliente, haciendo una pequeña herida en su brazo. Ya dentro de este santuario que era, al fondo estaban las cuatro puertas del destino y solo una puerta llevaba al libro que ella buscaba.

–Llegas tarde, Valya.

–¿Quién es usted? ¿Cómo voy a llegar tarde? ¿A qué llego tarde?

–Tarde para el desvelo de Tot.

–¿Desvelo?

–Develar la existencia de Tot.

–Yo solo vengo por un libro.

–Será: El Libro.

–Lo qué usted quiera, no sé cómo se llama.

–¿Y cómo sabrás qué es el libro que buscas?

–Lo sabré. Llevo mucho buscando y creo que él me encontrará a mí.

–Pasa entonces, pero elige bien la puerta, porque en cada una de las cuatro estancias el libro se acomoda y cambia. Solo hay una en el que el libro es el faro, el todo.

–¿Y las otras tres?

–Son las salas del deseo, el goce y el estrago. El libro muta en cada una de ellas versionando en angustia, no-todo y sin límites.

–¿Por qué yo? ¿Por qué me esperabais y por qué antes?

–Primero el libro.

–¿Primero el libro? ¡Vale!


5 jun 2018

El Mapa de la Oscuridad II

La época del inicio del tercer milenio era prosaica, controladora, taimada. La ciencia y la tecnología eran la nueva religión, cumpliendo así la tercera ley de Arthur C. Clarke. La filosofía había sido desterrada, porque ponía en cuestión el sentido, la certidumbre científica que siempre niega. La mercadotecnia se basaba en criterios que sabían del deseo, del placer y del más allá del principio del placer. Se hacia escarnio de lo que realmente construía la realidad. Esto es fácil de explicar. Ahora mismo tengo en mi mano un billete de 10 euros y es de lo más filosófico que he visto nunca. Lo daréis por válido, será intercambiable por otras cosas, pero rebosa filosofía. ¿Por qué? Bueno, primero que es fíat. Vamos que si no te fías de que vale algo, pues como que no funciona para lo que está hecho. Es decir el precio y el valor no coinciden y el hacer que coincidan es cuestión de confianza entre quienes lo utilizan. Después viene la parte absolutamente maravillosa de la construcción de la realidad o más bien de la subjetividad: la filosofía. Porque este billete lleva dos cifras, el uno y el cero, y el uno es fácil de asignar a algo, pero ¿y el cero? El cero es la representación de la nada, de lo que no hay, del vacío y ¿cómo va a existir algo qué no existe?, pues porque es un concepto y por lo tanto tiene que ver con poder ser nombrado y construido, con tener o ser un significante.

El Mapa de la Oscuridad I

No fallaba fallar. Era una época como cualquier otra, siempre poca, escasa y agotadora. Algunos habían visto los patrones de la crisis, la tendencia, la moda imperante y sin embargo no fue suficiente. El agotamiento del sistema afectaba a la propia supervivencia y la amenaza distópica era una manera de ir preparando un nuevo futuro. Un futuro siempre nuevo, porque normalmente el pasado no quiere hacerse responsable de él. ¿Y cómo fue ese pasado siempre presente? La economía iba comiendo todos los recursos a su alcance para mantener la constancia en el crecimiento, como si de los dinosaurios se tratase, con enormes empresas, corporaciones ávidas de información y recursos que unos pocos administraban y gestionaban austericidamente para el reto mientras se les vendía la teoría de juegos y el cuento de que el benificio podría ser repartido entre todos. Empresas cercetas, empresas con una organización que se autoregulaban disimulaban a las empresas naranjas que lo fagocitaban todo. La evolución del trabajo era el fin del trabajo y en esta transición la protección social tendía a disminuir para facilitar la salida del excedente de población. Con el tiempo descubrí que había dos clases de civilizaciones: las que llegaron a producir más que consumir y las que consumían más de lo que producían. La nuestra, por desgracia, era absolutamente extractiva, consumía más de lo que podía producir y la tecnología no estaba enfocada más que al control de los consumidores mientras fueran necesarios.

Nos vimos obligados a salir fuera del planeta para poder dar salida a toda nuestra mierda, que ya lo ensuciaba todo. No era estiércol productivo, sino material yermo y exicial que acababa con todo rastro de vida a su paso. El plástico era el mayor componente de este detritus junto al CO2. Como si el plástico no se hubiese podido cambiar por cualquier otra cosa más degradable. Plástico de mierda, como buen derivado del petróleo, se le impuso a los consumidores para sustentar ese avance. Fue la época de los superhéroes en la pantalla. La verdad es que destriparon los cómics basándose en la tercera ley de Arthur C. Clarke: "cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia". Un desastre de ley, porque la construcción de la subjetividad de nuestra especie se fundamenta en el mito, en el representante simbólico, en la imposibilidad de ser igual que el otro, en todo caso semejante y ni tan siquiera. Y con la locura de la certeza, era así. Cuando por fin hubo el primer contacto, tal como Sagan predijo, todo el sistema de trasporte fue construido por otros que estuvieron anteriormente, que se fueron y esperamos que vuelvan alguna vez. Eso es el mito dentro de la ciencia, algo que está en otro nivel cuántico y que nos maravilla.

Os cuento esto, porque me tocó vivir la época de la esterilización de la especie antes de que algunos de nosotros pudiésemos seguir nuestro camino, abandonando el planeta y ayudar a establecer el equilibrio que se jugaba en la galaxia. Como digo, la época de la esterilización fundamentalmente había adquirido dos mecanismos de implantación: en los sitios menos desarrollados y con más recursos para la economía, la guerra era el modo de control de la población; en los lugares más desarrollados fue la aparente apertura a la igualdad la que trajo consigo esa esterilización. Se acabó con el amor gracias a la pansexualidad y al poliamor. Bueno, no fue exactamente así. El efecto secundario de la pansexualidad y una heterofóbia galopante fue la esterilización. Lo normal es que uno elija a quien quiera o lo que quiera sin trabas, otra bien distinta es hacer una cultura que esterilice mientras te hace franja de consumo; es decir, te hace creer que estás escogiendo una opción que te da libertad y lo que están justamente es arrebatándotela. El poliamor, sin embargo daba cuenta de todo lo contrario al amor; se había llevado a la mayoría de la población de vuelta a la tribu, se fomentaba una cultura perversa y de una incestuosidad subterfugia, lo que provocaba confusión en los niños que desconocían los límites y lo que eran los borders pasó a ser los sin border. Con la ruptura del concepto de pareja, de la idealización para enamorarse -porque ya nadie dejaba que el otro le demandase, le pidiese, le amase-, las relaciones se convirtieron en un espejo de lo que era el poder, poder perverso y por otro lado narcisista. La gente tenía muchas relaciones, pero su narcisismo solo sustentaba el amor propio, de baja autoestima y no daba espacio a un amor al otro, porque amar significa mostrar tu debilidad y para eso hay que ser muy fuerte. Esta cultura perversa y narcisista tenía como efecto secundario la hipomanía, la depresión y un sentimiento de soledad desesperanzador. La hipomanía estaba de puta madre, cumplía con la obligación que la cultura había impuesto de ser feliz, pero claro, la depresión no era hipo, era a enteras, hiper o super, como queráis, en crudo, resaltaba el vacío interior que la ciencia a toda costa quería llenar. Inmortalidad, maravillas tecnológicas, la cura de todo, el cumplimiento de tus sueños… ¿Pero cómo vas a cumplir un sueño si es un sueño? En fin, que la población perdió su condición de subjetividad, se objetivó, se hizo una etiqueta para cada uno en la que la ciencia derrochó arte e ingenio para embaucar a la mayoría y la filosofía, el espíritu crítico, la divergencia, la disrupción, el mito, lo simbólico fueron exterminadas atrozmente, deletéreamente.