Fue así. La desincronización motora era organizada a través de la palabra y la significación. El valor diferente de cada área de su cuerpo, dotaba en su mente de una organización que no hubiese sido necesaria, de carecer del lenguaje exterior. Su existencia ya no era entonces impulso de un gen egoísta. Ahora el egoísta era el deseo. Concebido por deseo, más allá del instinto, las distintas valoraciones de cada parte de su cuerpo, estaban esparcidas en su representación mental. La imagen de cada parte era fruto del significado que le daba la función de madre; juntar esas partes paradójicamente venía de la existencia de un tercero que lo unía virtualmente como un todo. Era la metáfora de la función del padre.
16 mar 2016
Asper II
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