16 may 2015

Canon a la segunda

Libra era la séptima constelación desde el cielo natal de Óslip. Sin estrellas de relevancia, planetas escasamente vivos, uno podía encontrar en Libria el centro necesario para sostener su balanza entre constelaciones.
En un momento dado de la evolución tecnología de Ters, Ficare tomó consciencia y entró en contacto con su bóveda celeste más cercana; algo totalmente natural en las característica del universo, y así, entre los contactos interplanetarios, Libra fue el décimo cuarto, presagiando la insaciabilidad oral que tenía con la Vía Láctea.
La decimocuarta vibración alícuota, como una de las expresiones simbólicas de la génesis numérica, era un número recursivo, que impelía al exceso excesivo de quien entraba en falta. Una ruinosa y tortuosa forma de llegar al deseo por el camino más rápido, arruinándolo todo con la infinita sensación de carencia. Posterior a la décimo tercera vibración (aquella relacionada con el cambio brusco), estas cifras cósmicas influían en la predisposición a la pérdida de orientación que suponía los guarismos esenciales. Podrías ser un uno o un 33 y, sin embargo, contravibrar.

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