Cerró su mente, como una flor en medio del viento. No había sido solo una brisa; la hierba en derredor en la que confío le había traicionado. Ella era una flor no de arena (voló ante la sequía), ni de hierva, tampoco sabía de qué. Aun cuando se posó sobre tierra fértil, el viento fuerte azotó sus anteras y filamentos, su corola, sus sépalos. No era solo un viento, era un huracán, una fuerza hostil y usurera, glotona, criminal. Después de la tormenta, con sus pétalos separados, dañados hasta lo más subcortical y reptiliano posible, casi habiendo perdido su esencia, oscurecida, manchada, intoxicada, fragmentada sin saberlo, la tierra amar-ró su tallo esperando un milagro de amor.
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