5 jun 2018

El Mapa de la Oscuridad II

La época del inicio del tercer milenio era prosaica, controladora, taimada. La ciencia y la tecnología eran la nueva religión, cumpliendo así la tercera ley de Arthur C. Clarke. La filosofía había sido desterrada, porque ponía en cuestión el sentido, la certidumbre científica que siempre niega. La mercadotecnia se basaba en criterios que sabían del deseo, del placer y del más allá del principio del placer. Se hacia escarnio de lo que realmente construía la realidad. Esto es fácil de explicar. Ahora mismo tengo en mi mano un billete de 10 euros y es de lo más filosófico que he visto nunca. Lo daréis por válido, será intercambiable por otras cosas, pero rebosa filosofía. ¿Por qué? Bueno, primero que es fíat. Vamos que si no te fías de que vale algo, pues como que no funciona para lo que está hecho. Es decir el precio y el valor no coinciden y el hacer que coincidan es cuestión de confianza entre quienes lo utilizan. Después viene la parte absolutamente maravillosa de la construcción de la realidad o más bien de la subjetividad: la filosofía. Porque este billete lleva dos cifras, el uno y el cero, y el uno es fácil de asignar a algo, pero ¿y el cero? El cero es la representación de la nada, de lo que no hay, del vacío y ¿cómo va a existir algo qué no existe?, pues porque es un concepto y por lo tanto tiene que ver con poder ser nombrado y construido, con tener o ser un significante.

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