18 jul 2015

Silencio

Tocó su piel, con suavidad, con la dulzura del reflejo de una nube en un arroyo en el tiempo de deshielo.  Silente, para no perder cada fragmento de ternura en el que él expresaba lo que fantaseaba con ella: sutil, sensible, sumisa, receptiva y deseosa; la luz de la estrella corría líquida entre los muslos de su dama; una suerte de agitación y deseo entremezclados con mezclarse, amalgamarse y entenderse el uno al otro. Solos ante sus miradas, desnudos sin incomodidad, pulsando por amarse. Sed de descontención contenida. De pie, sus bocas, tendidos, sus sueños. Bello en su genuinidad, en la sinceridad de la confianza, sabiendo que el daño son los otros, él acaricia su rostro, con los labios hinchados por el frenesí, en un sinfín de feniletilamina, hermosura de roces y susurros, de comprometidos sabores, de arriesgados hechos. Con la violenta sensualidad de la biología, ellos se aman, con la satisfacción bioquímica, ellos, exudando deseo, consuman sumiéndose y consumiéndose el uno al otro. Ella es bella -sin duda- en la sinceridad de sus acciones, él, certéramente generoso, dilata las pupilas de ella a la vez que el tiempo.
En su burbuja, ellos no se eran compañía, ellos se tenían siéndose.

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