19 jul 2015

Sinfonía

Tahalis seguía tumbada. Él observaba absorto el brillo de Antares en su piel. Cómo se habían encontrado sin buscarse pero sí buscando; cómo ella supo albergar en su vibración la humildad y belleza, la elegancia de la sinceridad para con uno mismo. Ella, con su larga melena morena, su vestir de diosa drapeada, salida de cualquier mito o leyenda, contundente en su presencia, audaz en su destino; es su número su misma profecía; enseñada a viajar entre bibliotecas; ellos se encuentran en Aldebarán, se miran a los ojos en la sección maestra, junto a la numerología del amor, a dos estanterías del odio. Taxonomizado parte del universo por antiguos cuatro, él reconstruye la sección del deseo para ella; ella reconstruye la sección del espíritu para él. Al bañar sus labios, el pasillo siniestro se ilumina, al tocar sus pensamientos, uno de los volúmenes perdidos, se reconstruye por la acción de la creación constructiva de su sinfonía sintónica. Reconstruir, pues estaba destruido, derruido de ruido, aniquilado por Ficare.

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