Max nació indispuesto. Todo lo que podía hacer, llevaba la marca desde fuera. Sus pataletas, sus berridos, sus balbuceos... Qué quería comer, hacía algo distinto de lo normal -sugerido por la necesidad-, y allí aparecía. Qué le dolía algo, y allí también solía estar siempre alguien. Había otras cosas que no es que le molestarán mucho y, aun con todo, también llegaba el Otro y le cambiaba o bañaba o lo que fuere.
Él no lo sabía, pero tenía una cierta percepción de que cuando quería algo, aparecía.
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