Y ahí está ella. Bella, madura, sublime, sensible y tiránica. Inflexible y capaz, confusiones de ausencias atoran sus pensamientos; mientras, su mirar embelesa, su figura seduce.
Entre la espada y la parez del infinito universo, siempre la misma paradoja para no resolver: la perfección como insulto al deseo.
Ella, sin más, economiza la falta mientras goza del sufrimiento.
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