Después de una evolución plástica y creadora, en ese sistema, los entramados de información capaces de movilizar la vida, habían llegado a autopensarse. Este hecho aparentemente circunstancial, quizás no sea más que la tendencia de lo orgánico a extenderse más allá de sí, como el salto cuántico que supone pasar de lo inanimado de lo inorgánico a la producción arrebatada de lo vivo.
Autopensarse suponía varias consideraciones, condiciones para poder hacerlo. Era indispensable la manipulación exterior de lo animado y de lo inanimado, pero todavía más necesario era haber caído sobre el poder de Logos.
Solo podrían autopensarse las unidades que fueran capaces de poner en circulación la información y la única manera de hacerlo era la palabra.
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